domingo, 31 de octubre de 2021

El muchacho y el lago



El joven miró el atardecer escarlata en el lago. Los cálidos rayos del sol cubrían las aguas a su paso y convertían el horizonte en una mezcla perfecta de colores que lograban envolver su alma. Miró a sus amigos y al cielo con añoranza; una parte de sí sabía que las cosas jamás volverían a ser iguales. Todo se acabaría convirtiendo en un recuerdo más, una pizca de un pasado inexistente; del que quizá, recordaría unas cuantas conversaciones y un par de risas; nada más. Ese era el precio del presente.

Quizá esa era la felicidad; momentos de completa paz en compañía de un puñado de seres queridos. Sonrió para sí mismo mientras metía lentamente los pies en el agua sosteniendo una cerveza. Inmediatamente soltó un gruñido; estaba congelada. ¡Y pensar que había considerado la idea de saltar apenas hacía unos instantes!, menos mal que había desistido, era una locura y hubiese sido una completa imprudencia. Si lo hubiera hecho ese frío se hubiera pasado a todo su cuerpo y probablemente hubiera pescado un resfriado.

<< ¿Y por qué no?>> preguntó una voz dentro de sí, desafiando su último pensamiento.

<<Pues porque uno no simplemente brinca a un lago congelado en un atardecer, uno tendría que estar demente para hacer algo así>> se contestó a sí mismo.

Los rayos del sol siguieron bajando hasta casi darle cabida a la completa oscuridad. Una extraña melancolía lo invadió, si tan sólo hubiera una manera de plasmar para siempre cada pizca de ese momento, cada olor, cada risa, cada sensación, cada pensamiento que lo envolvía… Recordar lo irrecordable plenamente, hacer de un simple momento algo eterno. Ese era su mayor deseo. Si tan sólo hubiera una manera...

<<La hay>> le interrumpió esa extraña voz. <<Salta>>.

El muchacho palideció y negó con la cabeza. Anotó mentalmente que iría a ver a un psicólogo por tener pensamientos que atentaban contra su salud. El niño dentro de sí soltó una carcajada y le repitió con más ilusión.  <<Salta>>

 <<Pero, ¿por qué?>> preguntó fastidiado el adulto dentro de sí mismo. <<Semejante locura sería hacer algo que sólo un loco haría, una persona que no se apega a las reglas que simplemente existen, a la cordura y al correcto vivir. No había necesidad de hacerlo aun cuando una parte de sí lo deseara con todo su corazón. Y es que uno no podía simplemente pasarse por la vida haciendo cosas por el único deseo que uno tenía. Eso iba en contra de la racionalidad perfecta de las cosas. >>

Por un momento ninguna voz habló mientras los rayos de sol se terminaban de esconder en aquella tierra rodeada por montañas heladas. Una briza helada cruzó los brazos del joven y justo cuando se disponía a secarse los pies y salirse del agua, una parte de sí brilló y su voz habló con más fuerza que nunca.

<<No es el hecho de brincar al lago, es el acto de hacer aquello que deseas con fuerza desde lo más profundo de tu corazón. No es el hacer una locura para quedar bien con tus amigos, es una locura para quedar bien contigo mismo. Dime, ¿cuántas veces has dejado pasar frente a ti la oportunidad de convertir un buen momento en uno perfecto? ¿Cuántos “te quiero” has dejado pasar, cuántos abrazos, sonrisas, chistes, aventuras, besos?… por el simple hecho de temer perder  la breve felicidad que has cosechado.>>

<<Déjame decirte algo que tú ya sabes>> continuó. <<La felicidad no se trata de pasar buenos momentos. Se trata de extenuarte a ti, de vivir, de hacer aquellas cosas que los demás considerarían una tontería por temor a experimentar aquello que tú has sentido. La felicidad es el hecho de respirar porque quieres y no porque debes hacerlo, de cantar sin importarte quién esté escuchando, de orar sin importarte quién pueda escuchar ese rezo, de ser feliz sin importar quién comparta esa alegría y de vivir; aún y cuando seas la única persona que en verdad lo esté haciendo>>, <<Salta>> le suplicó.

Su hombre interior se rió con ironía. Aún y cuando las palabras del corazón eran dulces, no eran suficientes. Uno simplemente no hacía cosas porque quería hacerlas. Crecer significaba otra cosa, significaba hacer las cosas porque eran lo correcto, no por un simple deseo cualquiera.

El muchacho soltó un suspiro, aquella voz dentro de sí tenía razón. Puso los zapatos en la orilla y se apoyó para salir del agua. Después, dejando su celular y quitándose la playera; saltó al lago. El frío recorrió cada centímetro de su cuerpo en una helada melodía. El horizonte se plasmó de luz, las montañas heladas le parecieron más imponentes que nunca y el cielo se encendió con el despertar de mil estrellas.

El muchacho sonrió mientras su corazón silbaba de alegría. Había descubierto la felicidad.




miércoles, 2 de diciembre de 2015

Tormenta



 Son ya las 2:35 de la mañana y he terminado de cantarte mi última canción. Después de aquí todo empezará a hacerse negro. Todo comenzará a convertirse en una lúdica burla, una cruel ironía, una fugaz visión de un mejor pensamiento y un pasado más brillante. Nada bueno pasa nunca después de las dos de la mañana.

Querida tempestad que te alejas en el horizonte. Lamento que así sea. Sé que no puedes aferrar a nadie a tu vida y sé que las personas que se quedan más presentes en tu corazón son aquellas que se van sin decir adiós. Así te fuiste tú. Así te dejé ir. Y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. ¿Por qué fue así?  No lo sé. ¿Por mi burdo y bohemio razonamiento? ¿Por mi masoquista e idiótico subconsciente? ¿Porque simplemente era hora de que pasase? No lo sé. Jamás lo sabré y  jamás lo sabrás. Sin embargo pasó y eso es lo único que importa.

Hoy no quiero lamentarme por aquello que fue y no fue. Cometimos errores. Callamos sentimientos, dormimos cuando debíamos mantenernos despiertos un poco más, creímos estúpidamente que las cosas serían diferentes e idóneas cuando la vida nunca lo es así. Fallamos. Fallé. Sin embargo, si hoy es mi última despedida, quiero sonreírte antes del ocaso.

Mi embriagante tormenta, mi placer culposo, mi dulce tormento; adiós.  ¡Adiós y que bien te vaya! Coincidimos en el único momento de nuestra vida en el que pudimos haberlo hecho. Fuimos fuego y agua, cielo y tierra, inmensidad e infinito, dos pensamientos erráticos y cambiantes en un mundo que se empeñó en mantenerse en pasividad. Porque fuimos noche y día, luna y sol, dos almas unidas con furia en la pasividad de las horas. Porque fuimos alfa y omega, luz y oscuridad, cuerpo y alma. Fuimos todo sin ser apenas nada. Y para mí eso bastó.

Coincidimos. En un mundo tan disparatado y cambiante, tan falso y tan fugaz coincidimos. En un lugar donde las horas pasan, las estaciones cambian, los pájaros silban y las estrellas mueren; coincidimos. En esta utópica realidad disparatada fuimos algo. Algo tonto, pasajero, irreal e incorrecto pero fuimos algo. Bailamos una canción en el vals de nuestras horas y después nos despedimos sin cruzar la mirada. Y es que los dos éramos muy fuertes como para admitir lo débiles que podíamos llegar a ser. Al menos, así yo lo fui.

Poco a poco la tormenta comienza a calmarse. Y aquella efusividad comienza a desaparecer para darle cabida a la calma. A esa tan añorada calma que hace mucho no sentía. A la monotonía del momento en el que no pasa nada. Y es que quizá extrañaba un momento así. En silencio. Dónde puedo caminar y caminar sin tener que cuidar mis pasos y donde puedo estar tranquilo sin temor a una ráfaga demoledora de esta cruel tempestad. Pero tú me conoces bien. Sabes que llegará el día, quizá mucho antes que después, en el que extrañaré los mortíferos vientos, las negras nubes, las gélidas heladas y la despiadada lluvia. Y ahí pensaré en ti. Y cuando alce mis brazos al cielo deseando tan siquiera una llovizna pensaré en ti y en el huracán que provocaste en mi vida. Que arrancó los cimientos de todo aquello que creía ser y me dejó desnudo. Solo. Tembloroso, con los ojos lagrimeantes y el corazón en la mano.  Pero vivo. Sintiéndome vivo, como hacía tanto no me sentía. Apreciando la hermosura de la melancolía y el placer de la tristeza. Pensando en lo mucho que me tomó apreciar la fascinante hermosura de un huracán.




Sé que seguirás. Yo también lo haré. Ambos nos embarcaremos del el mismo puerto en el que coincidimos. Nos iremos sin decir adiós, pues cada uno es muy fuerte para las despedidas. Y me iré sin voltear a regalarte una última mirada, pues sé que tú nunca llorarás.

Así que ve, vuela. Parte lejos y busca tú también tu propio puerto. Busca una aventura que consiga maravillarte como tú tanto me maravillaste a mí, que te deje temblando como yo tantas veces lo hice y que te deje sin decir más pues no hay nada más que decir. Encuentra algo que te quite el aliento y cuando lo hagas, no lo dejes ir jamás. Parte lejos y sigue sin decir adiós. Construye un pedestal de oro en la lápida de nuestros recuerdos y sigue lejos, hasta donde te lleve el sol.

No te diré que pienses en mí, sé que no lo harás. Y no lo harás y no hay culpa en ello. En ello ni en nada. Pues así somos. Dos seres tercos, orgullosos, inconformes, con ganas de morir y renacer cual fénix en madera ardiente. Porque somos estúpidos, ilógicos e irracionales, dos almas rebeldes, únicas, perdidas en la oscuridad de la nada brillando con nuestra propia luz. Sólo te pido que sigas siendo tal y como eres. Tan tú. Desafiando las reglas, siendo una perfecta tempestad en el mar de la vida.

Así que ¡anda, ve y no digas adiós! Yo tampoco lo haré. Así somos y así fuimos. Un escritor y su musa, un capitán y su navío, una pluma y su tinta, un clavel y su macillo, una estrella y su telescopio. Seremos silencio. Una coincidencia única en la vida. Fugaz, invisible, incierta. Pero que logró despertar chispas que hicieron temblar hasta el Olimpo… que por tan sólo un instante y tan sólo un instante, eso fue lo único que importó.

domingo, 7 de junio de 2015

Por qué escogí ser “el chico bueno”




Los chicos buenos terminan al último o la bien conocida frase “nice guys finish last” no es ningún secreto y, al parecer tampoco mentira. Mientras más crezco más me voy dando cuenta que muchas veces el ser así lo único que te hace es perder la carrera.

Más de una vez he escuchado la frase “En verdad eres todo lo que una mujer podría pedir” y encontrarme, a los pocos meses sentado en un bar, con un whiskey en la mano tratando de olvidarla. Mentira vil. Las mujeres no quieren a un chico bueno, ellas buscan aventura, un rebelde, un problema, un desafío.

Ser el chico malo es un imán, te otorga cierto poder, es un estandarte, muchas veces inclusive un privilegio. Al final del camino muchas disfrutan de la adrenalina y emoción que trae el estar con alguien que sabe a travesura.

Y es que ser un cabrón, uno de esos que deja a las mujeres esperando por horas antes de una cita o aquel que no le da demasiada importancia a una relación o a una llamada, en estos tiempos parecería valer oro.

¿Yo? Yo por mi parte decido ser el chico bueno, ese que está dispuesto a dar lo mejor de sí mismo sin esperar nada a cambio. El que muchas veces termina al último. Y, ¿por qué lo hago?

Porque cuando amo, lo hago sinceramente. Me entrego totalmente y sin reservas porque esa es la manera en la que creo que se deben de hacer las cosas. Dejo de pensar en “mí” para pensar en esa persona, en una unión, en una fuerza, porque creo firmemente que amar a la persona correcta te hace invencible.  

Porque soy esa clase de tipos que no espera llevarse una mujer diferente a la cama cada noche, yo espero conocer a mi Robin y ser para ella su Ted Mosby. Llevarle un Blue French Horn, esperarla bajo el balcón y perderme en su mirada en cada oportunidad.




Quiero conocer a una mujer a la que le haga olvidar sus miedos y me ayude a combatir los míos. Que me haga parte de su mundo y se vuelva la inspiración del mío. Una persona con la que pueda caminar siempre a la par. Ni atrás ni adelante sino juntos superando lo que se venga.

Sé que no soy lo que la mayoría de las mujeres querría, pero a su vez entiendo que la mayoría de las mujeres no serán para mí. Yo quiero a una persona capaz de tirarse a ver las estrellas en el cielo, capaz de bailar a la luz de la luna y capaz de tener una relación quizá pasada de moda, tonta, irreal, anticuada pero real. Pues yo quiero estar con una mujer donde el que sienta más no sea el que acabe perdiendo, no quiero juegos, engaños, problemas ni palabras calculadas. Quiero una relación plena, de esas que recuerde toda la vida.

Sé que lo que pido es difícil y que muchas veces acabé y acabaré siendo lastimado por ser así. Sin embargo, la única manera de tenerlo todo es entregándolo todo.

Sé que es fácil rendirse, muchas veces he querido hacerlo yo mismo. Ser un chico bueno significa estar abierto a ser expuesto, vulnerable. A mostrarle tu todo a una persona completamente ajena a ti y confiar en que esté ahí después de observarlo. A arrancarte la máscara que llevas y a estar completamente desnudo ante una persona capaz de destruirte con una mirada. Es estar abierto a decepciones y a rupturas del corazón por el simple hecho de ser “demasiado bueno” y aun así tener la fuerza de levantarte, sacudirte el polvo y sonreírle al decirle adiós al saber que eso la hace feliz y saber, dentro de ti que simplemente no era para ti.

Es fácil decepcionarte.  Sin embargo, si eres como yo, uno de esos locos románticos que aún creen en el amor te pido que no te rindas.

Si te vas a enamorar hazlo completamente, podrás terminar roto y lastimado pero seguirás siendo tú, lo único peor que ser lastimado es perder la esencia de uno mismo. Lucha por alguien hasta que lo hayas dado todo y también entiende que hay personas que sólo pasan fugazmente por tu vida y que, aun así, pueden lograr enseñarte un mundo.

Y si la encuentras… maldita sea, no la dejes ir.

Recuérdale que es hermosa, todos los días. Dile que es inteligente, chistosa, divertida, sexy. No para llevártela a la cama sino para amarla sinceramente.

Trátala como te gustaría que trataran a tu hermana o a tu madre y vuélvete la mejor versión de ti mismo. Sé el hombre que Michael Bolton describiría en su canción “When a man loves a woman” y sé capaz de subir al cielo para bajarle una estrella.

Y cuando las mujeres pasen y sientas que ser así no te lleva a ningún lugar, date cuenta que te hace fuerte, porque aquel que ama y permite ser amado es capaz de conquistar el mundo.

No le mientas, no la dejes esperando en el teléfono, no la trates como un juego. No la dejes ir. Date cuenta que es una rosa, un diamante, una perla y que tu deber es impulsarla y hacerla crecer, ayudarla a ser mejor persona así como ella debería de impulsarte a lo mismo.

Sí, quizá haya muchos peces en el mar, así como pájaros en el cielo y árboles en las montañas, sin embargo, conexiones verdaderas pasan una o dos veces en la vida, no las desperdicies.

Y el día que llegue tu Rose, tu Rachel, tu Robin hazla sentir la reina de tu universo. No la dejes ir, pues te aseguro que ella también pasó por mucho para conocerte.

Y si para conocer a mi mujer indicada, a esa capaz de hacerme tocar el cielo con una simple sonrisa he de ser el chico bueno y perder la carrera, entonces sí. 

Prefiero llegar al último.



domingo, 10 de mayo de 2015

Que alegría decir mamá




Sé que puede ser un día ya trillado, utilizado, poco original, venga ¡todos los adjetivos que quieras ponerle! pero es una excusa para decirte a ti lo mucho que te quiero. Por mucho que me repita una y otra vez lo contrario realmente es difícil decirle a esas personas que significan tanto para ti que lo hacen en el día a día. Es complicadísimo soltar las palabras "¡Hey mamá! Oye, ¿cómo estás?, no nada, sólo para decirte que te quiero con todo mi corazón." Siento mucho el no hacerlo, sé que es algo en lo que tengo que trabajar, pero al menos hoy quiero aprovechar la excusa del día para hacerlo. 

Mamá, perdóname que te escriba por aquí, hoy. Sabes mejor que nadie que hago siempre lo mejor que puedo por ti. Hoy podría decirte tantas cosas y sé que me quedaría ridículamente corto. Estoy completamente seguro que si el amor más intenso es difícilmente describible en sonetos, el amor de una madre es completamente imposible describir en cualquier lenguaje. Hoy, con mi corto vocabulario y con un nudo en la garganta solo puedo decirte gracias. 

Mamá, gracias de todo corazón por ser mi mamá. Por cantarme "duérmete mi niño, por rezar conmigo el "angelito de la guarda" cuando era pequeño y por enseñarme a Dios mismo cuando era ya mayor. Porque fuiste aquella que creyó en mi en momentos en los que ni yo mismo lo hacía, aquella que me levantó antes de haberme caído, aquella que siempre fue mi más grandiosa fan aunque muchas veces no lograra ni sorprenderme a mi mismo. 

¿Sabes? Llevo en mi corazón muy marcado ese día, cuando con mis demás amiguitos de Kinder te cantamos la canción de mamá. Recuerdo esa sonrisa tuya en primera fila y esas lágrimas que luchaban por no salir de nuestros ojos. Cada vez que estoy lejos siempre te recuerdo y te recordaré  por siempre así. 

Mi mamá, mi ídola, mi superhéroe, mi todo. 

Gracias por las lágrimas, por las risas, por las sonrisas y por la oportunidad que me das de hoy decirte mamá. En verdad no sabes la alegría que me da, decirte a ti, sintiendo en cada una de las palabras la emoción, y es que si hoy descubrí que si soy feliz es por ti. Eres lo más bello que jamás me sucedió. 

Eres lo mejor que alguien podría pedir, gracias por tu amor desinteresado, por tus abrazos que me unían cuando estaba roto, por tus consejos e inclusive por tus regaños. Por limpiarme las pompis cuando era bebé hasta por limpiarme las lágrimas cuando era mayor. Por enseñarme que siempre hay una razón para despertarte con una sonrisa día a día.

Siempre te voy a querer. Y camine con quien camine, esté con quien esté a mi lado, pasen los días o los años tu siempre serás mi chica. Te quiero con todo mi corazón mamá. 

Te amo. 

Pollo.

domingo, 25 de enero de 2015

Querida chica que te robaste mi corazón




Querida chica que te robaste mi corazón, hoy te entrego este bulto rojo con la intención de no volver a verlo más. Es tuyo, quédatelo. Ponlo en un alto pedestal o escúpele en el suelo. Quédate con él y haz con él lo que quieras. No necesito despedirme de algo que ya no me pertenece.  

Querida chica que te robaste mi corazón, sé que el telón se ha bajado y sé que este poema terminó apenas en su primera estrofa. Que esto terminó sin haber empezado y sé que el botón de borrar parece atascado. No te culpo. Quizá desde el principio debió de ser así. Quizá los escritores tenemos que tener el corazón roto para poder hacerle el amor a las palabras, temblando de éxtasis pero con lágrimas en los ojos al saber en lo más recóndito de nuestros pensamientos que cada palabra y cada letra sería cambiada por tan sólo un momento más junto a aquella persona que hace sentir todo correcto, junto a ti. 

Antes de que te vayas, detente, hace un poco de frío afuera. Sé que no soportas el frío. ¿No quieres llevarte uno de mis abrigos? No, no te preocupes. No lo deseo de vuelta. Ya no postergaré más lo inevitable, sé que te vas. Sólo te pido que me escuches por última vez, antes de que estas palabras me puedan aniquilar.

Querida chica que te robaste mi corazón, me alegra decirte que ganaste la carrera. Decirte que en este juego perdí y no me queda más que sonreír, aceptar mi suerte y retirarme. Lo único que tenemos en esta vida es nuestra palabra y lo único que tenemos en este mundo es nuestro orgullo. Temo decir que rompí mi palabra al prometerme a mí mismo nunca entregarle el corazón a alguien y temo decir que perdí mi orgullo al decirte esto a ti.

Eso sí, tengo que ser sincero contigo. Quiero que sepas que jamás estuve enamorado de ti, jamás te vi perfecta y jamás sentí tocar el cielo con las manos al estar entrelazado de tus labios. No te mientas, nunca fue así. Nunca vi la vida color rosa y nunca tuve miedo de perderte como tampoco tuve miedo de dejarte. Entiéndelo, yo nunca estuve enamorado de ti así como tú nunca lo estuviste de mí. Sabíamos que el sonido agudo de la alarma llegaría para romper el silencio perpetuo en el que estábamos, sabíamos que teníamos el tiempo contado en esta loca vida y aun así lo intentamos. Porque ambos sabíamos que los mejores sueños son aquellos que se dan cuando sólo tienes unos instantes más para dormir.

Quiero que sepas que si por mi hubiera sido, me hubiera encantado compartir este tiempo el tiempo que nos lo permitieran nuestras locas vidas. Ganaste, aunque tú y yo sabíamos quién lo iba a hacer desde el principio. Sólo que el árbitro marcó el final del encuentro mucho antes que hubiera comenzado el partido. Sin embargo no te reclamo ni a ti ni a la vida, simplemente hoy más que nunca creo que hay infinitos más grandes que otros y tú me diste un infinito nuevo en cada suspirar.

Por cierto, ya que terminó este camino se terminó lo cierro sin dejar nudos sueltos. ¿Recuerdas lo que te mencionaba hace rato? Lo sigo sosteniendo.

Contigo nunca vi la vida rosa, la vi tal y como era. Vi todos los colores del arcoíris y aprendí a amar cada uno de ellos. Jamás sentí tocar el cielo con los dedos porque lograste convertir un lugar tan ordinario como la tierra en un paraíso. Nunca tuve miedo de perderte porque nunca fuiste mía y nunca tuve miedo de dejarte porque sé que no te irás jamás. Y no, no estaba enamorado de ti. Te amaba locamente. Tanto, que me enseñaste como los días son sólo un pretexto para acumular emociones. Como el corazón es caprichoso a la hora de escoger y cómo el reloj sólo nació en un intento absurdo del hombre para intentar controlar lo imposible.

Te quise más que a mi vida entera, te quise más que a ninguna otra cosa a decir verdad. Eres la dueña de mi corazón, quédatelo. No lo quiero, no me lo devuelvas. No estoy seguro que pueda vivir con una cosa que tenga su imagen plasmada en cada recóndito rincón de sí misma.

Querida chica que te robaste mi corazón, cuídate mucho y espero lo mejor de tu vida. Quiero que sepas que si por mi hubiera sido jamás te hubiera dejado ir y jamás te hubiera soltado en primer lugar. Cuando encuentras un amor tan profundo como este en tu vida no lo dejas ir, no lo sueltas. Te aferras a él cual hombre aferrándose a su vida. Porque amores así no se repiten y coincidencias así no pasan. Sin embargo, si es que no hay nada por qué luchar entonces no me queda más que sonreír y agradecerte el ser todo lo que yo algún día quise en alguien.

Querida chica que te robaste mi corazón, gracias por hacerlo… Gracias por robarte mi corazón. Gracias por darme en una fracción de segundo lo que muchos esperan su vida entera. Fuiste la mujer de mi vida en tan sólo un suspiro de esta misma. Lo supe desde el momento en el que te vi sonreír por primera vez. Gracias por haberme devuelto el dulce placer de soñar, gracias por demostrarme que fui capaz de amar con todo mi corazón y sin reservas. Gracias por demostrarme que el egoísmo frustrado de mi mente puede ser inconforme pero firme al dejar ir lo más preciado en mi vida.

No seré el último en regalarte mi corazón. No seré el último en quererte. Eres la persona más extraordinaria que haya conocido en mi vida y cualquier persona que pueda opinar lo contrario no ha tenido la suerte de apreciarte como yo te he apreciado. Fuiste una estrella fugaz que iluminó y llenó mi vida de una manera tan intensa que su estela conservaré siempre. Gracias por demostrarme que existen brillos más grandes que el sol y que se puede experimentar la clase más puro de amor sin siquiera haber terminado de conocer a la otra persona.

Sé que te vas, no soy nadie para detenerte. Sólo quiero que sepas que en cada letra estarás tú, que en cada párrafo estarás tú, en cada descripción, en cada personaje estarás tú. En cada poema, en cada canción, en cada noche que pase en vela escribiendo estarás tú. Gracias por demostrarme que la vida no es perfecta, pero que puede convertirse en más que perfecta con la persona correcta a tu lado.

Cuida mucho mi corazón, en él llevas mis sueños, mis esperanzas, mis miedos, mis ilusiones, mis metas y el deseo constante de estar junto a ti. No te preocupes por mí, estaré bien. Ahora entiendo por qué la gente tiene barreras al momento de entregar su corazón. Yo no las tuve y jamás me arrepentiré de no haberlo hecho. A final de cuentas, se quedó con la persona correcta.


Querida chica que te robaste mi corazón, cuídalo mucho. A final de cuentas siempre fue tuyo. 

viernes, 9 de enero de 2015

Carpe Diem






Si hoy murieras, ¿morirías feliz?

Déjame decirte un pequeño secreto que seguramente a estas alturas de la vida ya sabes, tú irremediablemente vas a morir, punto, se acabó. Sí, tu. Y no, no me pongas esa cara. Ya lo sabías, sólo que es un pensamiento que prefieres ignorar día con día.

Voy a decirte otro gran pequeño secreto. Tú no eres eterno. En realidad, tú no eres más que un pensamiento. ¿No me crees? Vamos a hacer un pequeño ejercicio. Cierra los ojos y en verdad concéntrate en cerrarlos. 

Regálate diez segundos en los que dejes de pensar en el mundo y sólo disfrutes de ti, no pienses en nada más. Por diez segundos deja todo atrás y únicamente concéntrate en tu respiración. Inhala profundamente y exhala de la misma manera, siente como tus pulmones se inflan y como después se hacen pequeños, escucha todos los sonidos que normalmente ignoras a tu alrededor, siente el calor o el frío paseándose por tu piel y trata de escuchar el latir de tu corazón. Vive esos diez segundos como si fueran los últimos de tu existencia. Confía en mí, quizá esta es la medicina que necesitas en este momento. Sólo hazlo, si no, no sigas leyendo.

¿Lo hiciste? ¿Te diste cuenta de todo lo que pudiste sentir tan sólo viviendo diez segundos de tu vida al máximo? En tan sólo diez segundos te aseguro que sentiste mucho más que en muchos días de tu vida. ¿Sabes por qué? Porque sólo te concentraste en vivir y en sentir como si nada más importara.

¿Alguna vez has visto alguna máquina? No necesariamente hablo de robots, hablo de cualquier cosa capaz de moverse por sí misma y realizar una tarea. Dime, dejando atrás la biología por supuesto, ¿Por qué esas cosas no están vivas? ¿Es por qué no pueden tomar decisiones? ¿Es acaso porque realizan tareas en automático sin detenerse a pensar la razón por la cual la están haciendo? ¿Es acaso porque no pueden disfrutar de la música, del arte, de la escritura, de las sensaciones que la vida nos ofrece? ¿Sí?

Entonces, respóndete algo a ti mismo. ¿Tú lo haces?

Vivimos en un mundo gobernado por máquinas. Donde personas con corazón metálico se encargan de quitarnos las emociones que ellos no pueden sentir. Vivimos en una generación de idiotas con teléfonos inteligentes. Vivimos en una época dónde sentir ya pasó de moda, lo importante es pensar y calcular. Seguir la corriente, hacer lo que nos piden.  Vivimos en automático. Vivimos sin vivir. Sentimos sin sentir y soñamos sin soñar, vivimos una vida gris, sin ser infelices ni felices, sin ser extraordinarios ni tampoco fracasados, vivimos en el tono del mundo.

En algún momento del camino nos desviamos y dejamos atrás lo más importante, dejamos de creer en la magia, dejamos de soñar, comenzamos a conformarnos con nuestra realidad y comenzamos a aceptar lo que el mundo nos pedía que aceptáramos.  Dejamos de ser niños, comenzamos a madurar y sin saberlo siquiera, comenzamos a morir.

Déjame hacerte otra pregunta, ¿eres feliz?

Respóndete a ti mismo. No tienes necesidad de mentir. A final de cuentas esto es sólo un pedazo de texto. Respóndete a ti mismo con la sinceridad que tú te mereces.

¿Disfrutas tus días? ¿Vives de tal manera que esperas que tus días no se acaben nunca o a la mitad del mismo sólo quieres estar ya en tu cama? ¿Si hoy murieras, morirías feliz?

¿Cuándo fue la última vez que te reíste a carcajadas? ¿Y la última vez que lloraste? ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste te amo a alguien? ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste vivo? ¿Cuándo fue la última vez que te permitiste sentir sin importar lo que la gente  dijera de ti? ¿La última vez que viviste tu vida de la manera que tú la querías vivir?

Dejamos ir instantes, segundos, días, meses viviendo en automático. Viviendo sin vivir y sin permitirnos sentir lo que merecemos sentir. El presente es tan fugaz que es meramente una ilusión, los momentos corren cual agua por un vertedero y huyen de nosotros cual pensamiento inútil.

Dime algo, ¿Cómo vivirías tu vida si fueras una mosca de la fruta que tan sólo tiene 48 horas en este mundo? ¿O una luciérnaga? ¿O una mariposa que vive menos de un día? ¡Adivina qué! Para la tierra tu vida es apenas un suspiro y para las estrellas tu suspirar es insignificante. El tiempo es relativo y mientras mayor perspectiva tengas menos existe. En pocas palabras, para el universo y todo lo infinito, no existes.

Déjame decirte otro secreto. Todo lo de ahí afuera que te estresa, que te produce mal humor, que te hace sentirte frustrado de la vida no significa nada. Es todo parte de un circo de pulgas en el cual, muchas veces, no sabemos para quién va dirigida la función. Perdemos demasiado tiempo en cosas insignificantes y dejamos ir demasiadas cosas realmente importantes.

El presente es tan ridículamente pequeño que en realidad, no existe. Todas tus acciones forman parte de un pasado casi inmediato. Es tan pequeña la ventana de oportunidad entre tu siguiente acción y tu pasada, que el presente no es más que una ilusión que se esfuma en las sombras de tu vida. Todo lo que eres es tan sólo un instante, que irónicamente, ya pasó.

Los romanos solían decir una pequeña gran frase, Carpe Diem.

Carpe Diem, disfruta el momento, vive en el presente, disfruta la siguiente sensación, no malgastes el día. Vive cada día de tu vida como si fuera el último día de tu vida. Sin embargo, esto es sólo un fragmento de la frase original. La frase completa, popularizada por Horacio, leía:

 “Carpe diem, quam minimum credula postero”,

“Aprovecha el día, no confíes en el mañana”

No sólo vivas en el presente, date cuenta que tarde o temprano este presente se desvanecerá cual sueño en la mañana, que algún día esta loca aventura que llamamos vida llegará a su fin. Qué no tienes ni un día garantizado y que sólo Dios sabe cuánto tiempo estarás aquí.

Carpe Diem, tienes el siguiente instante, aprovéchalo. Todo lo que eres es este instante. Tus aprendizajes, tus sueños, tus temores, tus ilusiones, tus fortalezas, tus debilidades. Eres este momento. Eres tu siguiente decisión, eres el aire que entra a tus pulmones, eres la sangre que fluye por tus venas, eres la sabiduría de tu mente y eres el fuego en tu corazón.

Hoy es el primer día del resto de tus días, vive de tal manera que si hoy murieras pudieras irte con la cara en alto. Recuérdale a tus seres queridos que los amas, haz aquellas pequeñas locuras que no harías si no tuvieras el tiempo contado, disfruta a los demás y disfrútate a ti mismo. Sólo cuando estamos listos para morir podemos comenzar a vivir.

Cada instante dura lo mismo que un parpadear, sin embargo, está en nosotros el disfrutar de ese parpadear y exprimir al máximo cada sensación del mismo. ¡La vida no dura nada! Date cuenta de eso. Hace tan sólo un parpadear estabas apenas en pañales y ve dónde estás ya. Carpe Diem. Atrévete a disfrutar tu vida, atrévete a ser feliz.

Si querías una señal, es esta. Se artífice de tu felicidad y de la de los demás, se un estandarte del buen humor y de la locura, sé una voz potente que grite y comparta alegría al mundo. No tienes nada que perder y mucho que ganar. Lo único que puedes dejar atrás son las cadenas que te impiden volar y tienes toda tu alma y felicidad para ganar. Nunca es demasiado tarde, en efecto, este es el momento correcto. Tienes mañana, tienes el siguiente suspirar. Vive tu vida.

Sé un niño, cree en Dios, cree en los milagros, cree en la magia, sueña con un futuro brillante pero no te distraigas del presente, bebe cerveza, come chocolate, vive cada segundo como si fuera tu último en la tierra porque un día seguramente tendrás razón. Vive de tal manera que, cuando llegue el momento, puedas sonreírle a la muerte y decirle ¨hoy, yo he vencido¨.

Tú mereces ser feliz, tú mereces vivir una vida tan intensa que deje huella, tú mereces vivir una historia digna de leyendas y de cuentos.

Cree en el amor, pasa todos los días. Desde el amor de una madre que pasa la noche en vela cuidando a su hijo, hasta el amor de un enamorado que pasaría el tiempo que fuera para sacarle una sonrisa aquella que hace sentir todo correcto.

Ama intensamente, perdona rápido. Recuérdale a tus padres que los amas, enseña a tus niños a amar y a ser amados. Pregúntate cosas todos los días y busca tu propia respuesta a esas preguntas, atrévete a nadar contra corriente, atrévete a creer, atrévete a lograr cosas que personas ni han imaginado. Sé un demente, canta con los audífonos puestos y ríete de tus propios chistes, respeta, comprende y ama con todo tu corazón, amate a ti, ama a la vida. Ama la felicidad y aprende a ser feliz.

Aprende a disfrutar los pequeños detalles de la vida, esos son sus más hermosos regalos, desde la carcajada de un niño travieso hasta el canto de un pájaro por la mañana. Millones de cosas pasan cada segundo y tú tienes el poder de lograr que millones de cosas más pasen el siguiente. El pasado es sólo un sueño y el futuro es sólo una ilusión. No eres nada más que este momento, y eso, te hace invencible.

Cierra los ojos. Ábrelos.

¿Te diste cuenta? Te dije que la vida es sólo un parpadear.  Este momento fue sólo un instante que ya forma parte de tu pasado. De ti depende si te servirá de algo o no. Hoy tienes una oportunidad.


Carpe Diem, vive como si fuera el último día de tu vida.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Si fuera escritora



Les comparto uno de los mejores textos que he leído últimamente. "Si fuera escritora" de Sofia Morales, espero que lo disfruten tanto como yo.

Hoy me enfrento a la desesperación de no saber que escribir, ¡como desearía poseer la misma facilidad que él! Lograr que las palabras fluyeran con coherencia por aquí y por allá, decir lo que siento, gritar lo que pienso, y todo a través de una simple pluma y papel, aún cuando soy sólo una muchacha ordinaria, una más al montón. Si fuera escritora deleitaría a todos con mis más profundos pensamientos, no dejaría ir ni el más mínimo detalle, le compartiría a todo el mundo mi percepción sobre lo que nos rodea, mi manera de vivir, mi manera de amar y mi manera de recordar. Si fuera escritora sería fácil exponer lo que siento, sin importar sí les agradé a los demás o no, sin importar sí mis sentimientos sean solo los de una muchacha, sin importar sí esos sentimientos no pueden ser correspondidos, sin importar el riesgo que implique decírselos. Sería una voz pasiva, capaz de recordarles constantemente a todos ustedes la verdadera razón por la cual vivimos diariamente, la verdadera pasión de vivir. Si fuera escritora el mundo tendría una opinión más, una opinión que puede que este equivocada o que podría no estarlo, una opinión que sin temor a cruzar los límites divagaría en todos los temas del universo, en una infinidad de palabras y oraciones, de poemas y de discursos, de tristezas y de amores... Si fuera escritora le confesaría él lo que siento, no me daría miedo ni vergüenza, no le tendría miedo al rechazo, si al fin y al cabo si fuera escritora sería sólo un muchacha que hablaría su mismo idioma. El idioma de llorar con las palabras, de explicar con los versos, y de amar con los párrafos, el idioma que usan los escritores. Si fuera escritora no me enfrentaría a la desesperación de no saber que escribir.

Sofía Morales 

lunes, 24 de noviembre de 2014

Jueves, historia de un tren





Primera parada

Es un jueves como cualquier otro. Subo al tren, me acomodo y me dispongo a llegar a la estación Atocha. El reloj marca las 7 de la mañana y yo me reclino en el asiento deseando llegar al trabajo de una vez. Si bien, el tren viene lleno tengo la fortuna de no tener a nadie sentado cerca de mí. Bien, pienso para mí mismo. Quizá así pueda dormir algo antes de llegar. Justo cuando las puertas estaban por cerrar ella entra al tren. No sé cómo ni porqué pero en tan sólo unos instantes me sorprendí contemplándola. Era hermosa. Sus mejillas se iluminaban ruborizadas por el frío que comenzaba a azotar la estación, sus ojos brillaban con una energía que pocas veces había visto antes, su cabello caía con elegancia por sus hombros, y sus labios se mantenían ligeramente entreabiertos como si en cualquier momento fuera a soltar una risa. Joder, pienso para mí mismo. Vaya que es hermosa. Ella se sienta al lado mío y puedo sentir casi de inmediato una presión en el pecho.

Yo la veo a ella y sé que le tengo que hablar, sé que tengo que decirle algo… pero no puedo, tengo miedo de no saber siquiera que decir. ¿Qué tal si me trabo y me hago quedar a mí mismo como un idiota? No soy bueno hablando con las chicas. Quizá si fuera más guapo, más carismático o simplemente más especial tendría el valor de hablar con ella. Pero no…no es así.

Tengo que esperar el momento perfecto. Quizá el tren se frenará y yo la golpearé en el brazo o quizá alguien pasará y dirá una frase y yo sacaré un tema de conversación con eso. La veo, sonrío. Eso es, esperaré el momento perfecto para hablarle. Si tiene que pasar pasará y a su debido tiempo. Trato de mantener la calma.

Espero que no se baje en la siguiente parada.

Segunda parada.

Ella sigue aquí. Lleva unos lentes de sol en su bolsa. Quizá ella irá a Sevilla o quizá ella se quedará aquí en Madrid. No lo sé. Quizá su viaje sea más largo que el mío y yo bajaré antes que ella y no sabré que decirle y no podré hablarle. ¡Qué va! No puedo dejar que pase eso. Quizá esta sea su última parada. Tengo que hablarle maldita sea, tengo que hacerlo. ¿Pero cómo?

¿Qué tal si finjo que alguien me llama? y contesto en voz alta y digo ¨Coña, discúlpame por hablar enfrente de ti sin haberme presentado antes, dime ¿cómo te llamas?¨ No, eso es en extremo estúpido. Ella sabría que nadie me llamó, que nadie me va a hablar, que sólo soy otro más entre miles camino al trabajo. Además ¿disculparme por hablar enfrente de ella? ¿Quién es ella, la reina? Por supuesto que no, nadie dice eso. Las ideas se me están secando sin haber pensado siquiera en ellas.

De todas maneras, quizá ni siquiera era para mí. Eso debe ser, quizá ella no es para mí. Tiene un aire de ser una persona muy cerrada, muy seria, que se pasa todo el día leyendo. Aunque claro, a mí me fascina leer… pero no así; seguramente ella lo lleva al extremo. Probablemente ella es una de esas personas que se encierran en un mundo de fantasía, que sólo leen y leen, sumergidos en un mundo rosa que quizá ni siquiera existe. Quizá ella, malacostumbrada a los mundos de fantasía sólo espera un príncipe azul y yo estoy lejos de serlo. Quizá sea así o quizá sea una persona que es completamente lo contrario, no estoy seguro de cual me gustaría más. Aunque sus ojos esconden un brillo único, dudo que sea de la otra manera. Quizá mi primera teoría es la correcta, y si lo es, si ella cree en un mundo rosa entonces para conocerla tiene que pasar algo digno de ese mundo rosa.

Tiene que pasar algo digno de las películas, de los libros y de las fantasías. Quizá que por accidente una paloma entre al metro despeinándola brevemente, o quizá que alguien entre al vagón y nos diga ¨Hey, ¿les tomo una foto a la feliz pareja?¨ Sí, tiene que pasar algo así, tiene que pasar algo extraordinario. Sólo espero el momento perfecto para hacerlo, sólo eso. Si tiene que llegar llegará.
Espero que no se baje en la siguiente parada. 

La veo, suspiro, y espero.

Tercera parada

Yo sé que ella se va a bajar pronto. Cada vez mira más ansiosa el reloj. Quizá esta sea su última parada y yo sigo sin hablarle. Pero… ¿para qué le hablo ya? Si le hablara ahorita no tendríamos mucho de que platicar. Sólo intercambiaríamos unas palabras y sólo lograría guardarla un poco más en mi corazón. Me tardé demasiado, eso fue todo, me falló el timing ¿para qué empezar una conversación a estas alturas del viaje? debí hacerlo antes. Además no sé cómo hacerlo. Guardo la esperanza de que sea ella la que me hable a mí para romper el silencio. Quizá ella volteará a ver su celular y me mirará decepcionada diciendo ¨rayos, se canceló mi cita¨ y entonces yo sonreiré tristemente y le diré que la invito a un café. Si… ese sería un momento perfecto. Pero, ¿qué tal si va a ver a su novio? Lo único que lograría hablándole sería hacerla sentir incómoda. No sé qué sería peor, si hablarle brevemente y dejarla pegada a mis pensamientos o no hablarle nunca y clavarla en mi conciencia.

La miro de nueva cuenta con esperanza muerta, suspiro y espero.

Última parada

Me doy cuenta que en esta parada se va a bajar. No puedo dejarla ir sin más. Tomo un respiro y le digo ¨hola¨ ella sonríe y me dice ¨hola¨. Decido ser sincero, a final de cuentas, si esta es su última parada no importa lo que yo le diga.

    - ¿Sabes?, he querido hablarte desde que te vi subirte a este tren.

  - ¿Y por qué no lo hiciste?- pregunta curiosa.

      - Porque estaba buscando el momento perfecto para hacerlo.- respondo titubeante- Porque me dio miedo no saber nada de ti y me dio miedo no ser la persona que tú quisieras encontrar en este tren.

Ella sonríe y su sonrisa calla a todas las voces gritando en mi cabeza. Y es su sonrisa la que me libra del letargo perpetuo de mi miedo, y es su sonrisa la que llena de respuesta mis dudas. El ver el brillo de sus ojos enfocados en mí, el ver el rubor de sus mejillas iluminadas para mí y el ver que, el menos por un instante fui capaz de sacarle una sonrisa a su rostro hace que el hecho de hablarle no haya pasado desapercibido.

Me doy cuenta que no hay manera de saber que va a pasar el siguiente instante. Que el futuro es un océano incierto de infinitas posibilidades y que cada segundo ofrece un camino nuevo. Que el miedo es aquello que te ancla a la tierra y es el miedo aquello que te impide ser feliz. Me doy cuenta que no hay manera de garantizar que va a pasar al siguiente instante y que lo único que puedes hacer es disfrutar cada segundo de tu vida. Me doy cuenta como todo pasa por una razón pero que, muchas veces estamos tan enfocados en buscar la manera perfecta para hacerlo que dejamos ir oportunidades cantadas en el son de nuestra vida. Y me doy cuenta que no existen los momentos perfectos ya que la vida está llena de ellos.

No sé qué pasara con ella, no sé si ella se convertirá en mi mejor amiga, en mi amante, en mi primera y única o si sólo será una extraña más con un momento perpetuo plasmado en la eternidad; y por un instante, es eso a lo último a lo que le temo. 

El ver el brillo de sus ojos enciende algo en mí, hace que todo sea correcto y extrañamente me hace sentir bien. Poco a poco nos acercamos al túnel de la estación, el vagón vibra y las luces se apagan. Siento un fuego inmenso que llena todo el lugar y siento como todo pierde su sentido. Cierro los ojos por un instante, me doy cuenta que no importa nada ya y me siento en paz. Mi corazón se enciende al darme cuenta que, al menos una vez en mi vida hice lo correcto.  Entiendo como el tiempo es sólo un pretexto y entiendo como la vida no es más que el parpadear inconstante de momentos perfectos. Me doy cuenta que la vida es un suspiro y que muchas veces eso es todo lo que tenemos. 

Me entristezco y todo pareciera perder su brillo al saber que dentro de muy poco seré yo el que deba tomar otro tren, un tren que quizá ella no tomará conmigo. ¨Eres hermosa¨ susurro por última vez y me siento libre para salir de ese tren junto con muchas otras personas que habían cumplido su viaje ya. Sin embargo, mi rostro se ilumina al entender como pude compartir un instante en el ridículamente pequeño infinito de nuestras vidas con aquella mujer de vestido rojo, y eso, por simple que parezca consigue hacerme estúpidamente feliz.

La miro por última vez, sonrío y cierro los ojos este jueves, 11 de marzo del 2004 deseando no volver a ver nada nunca más.