¡Cómo
me encantaría no amarte tanto!
¡Cómo
me encantaría no amarte de esta manera tan desquiciada y enferma, tan
imprudente y obscena que sólo con pensarlo me hace temblar!
Cómo
me encantaría no amarte, ¡de ninguna manera!, ¡Cómo me encantaría poderte
olvidar!
¡Odio
amarte tanto!
Odio
despertarme día a día en esta estúpida rutina.
Abro
los ojos, pienso en ti, me meto a
bañar, pienso en ti, al caminar, pienso en ti, al trabajar, pienso en ti, cierro los ojos y ahí
sigues tú.
¡Maldita
sea!
Pareces
burlarte en mi recuerdo, en mi inocente ignorancia y en mi ignorancia de niño,
aquella ignorancia que forjé en el segundo que te decidí amar.
No
soy tonto, ¡lo sabía, lo sabía, lo sabía!
Sabía
que desde el primer momento que besara tus dulces labios quedaría loco por ti.
Sabía
que me hundiría en este mar de anhelos, de sueños, de tropiezos, de risas, de
juramentos…
¡Sabía
que perdería mi cordura por ti!
Sin
embargo, con una risa de desquiciado me entregué a ti sin saber que desde el
principio ya estaba perdido.
¡Estaba
loco por desear esto! ¡Loco por la ignorante imprudencia de mi juventud!
Te
soñaba, te anhelaba, te sentía, te amaba y decidí convertir mis sueños en una
realidad sin saber que sería mi inexperta y joven terquedad la que me
encajonaría en este callejón del que no puedo salir, y peor aún… no quiero
salir.
¿Ya
ves por qué estoy loco?
Porque
en el silencio de mis quejas y en las lágrimas de mis pesares escondo que, en
secreto, en realidad amo amarte.
Amo
pensarte y sonreír, hablar de ti y sonreír, soñar contigo y sonreír.
Te
amo a tal punto que mi cordura roza la locura.
No
sé si amo más a tu amor o si odio más sus consecuencias y es justo ahí donde
empieza mi demencia.
¡Odio
pensarte en llanto! ¡Odio apretar los nudillos y golpear el suelo maldiciendo
el día en el que te conocí a sabiendas que nunca podrás ser mía! ¡Odio sentirme
vacío, estúpido, inservible sin tener tus brazos ahí para reconfortarme!
Pero…
a su vez….
Amo
la manera en la que mis lágrimas se detienen al pensar en tu risa, amo la
manera en la que mi enojo queda reducido a cenizas después de recordar mi insistente
promesa de tenerte, amo sentirme poderoso, lleno ¡invencible! Al lado tuyo.
¿Ves
lo que provocas?
¡Y
ya no sé si tratar de olvidarte con otros amoríos!, o peor aún… llorarte en
medio de ellos; al saber que al besar otros labios en realidad estoy besando a una
simple roca.
Es
absurdo pensar que pueda encontrar en otros labios siquiera la estela del sabor
de los labios de un ángel, sin embargo, es tanta mi desesperación que lo sigo intentando.
¡Quisiera
no sentir nada! Arrancarme los recuerdos que me atormentan día a día, hora a
hora, segundo a segundo, quisiera huir para siempre de esta absurda pasión.
¡Correr!,
¡desaparecerme!, ¡olvidarte!
Pero…
justo es justo ahí, cuando mis pies rozan el suelo, a punto de emprender su
viaje hacia tu olvido cuando recuerdo que en verdad… mi vida no sería nada sin
ti
Mis
risas, te las dedico, mis enojos, te los dedico, mis horas, te las dedico.
¡Todo
mi ser te lo dedico!
¡Te
dedico mi vida, mi tiempo, mis horas porque es simplemente lo más valioso que
jamás podré ofrecerte!
¡Princesa!
Si quieres mi corazón ¡llévatelo! Al final de cuentas ¡siempre fue tuyo!
¡No
sabes cuánto he llorado, rezado y suplicado no amarte nunca más!
Pero…
princesa…
Si
me quieres a tu lado, si algún día mis rezos por un azar del destino se vuelven
realidad… Aquí tienes a un loco que por ti, eternamente, siempre esperará.
Carlos Jair Nara
Carlos Jair Nara

No hay comentarios:
Publicar un comentario