jueves, 20 de febrero de 2014

Amarte tanto me está volviendo loco.



¡Cómo me encantaría no amarte tanto!
¡Cómo me encantaría no amarte de esta manera tan desquiciada y enferma, tan imprudente y obscena que sólo con pensarlo me hace temblar!
Cómo me encantaría no amarte, ¡de ninguna manera!, ¡Cómo me encantaría poderte olvidar!

¡Odio amarte tanto!
Odio despertarme día a día en esta estúpida rutina.
Abro los ojos, pienso en ti, me meto a bañar, pienso en ti, al caminar, pienso en ti, al trabajar, pienso en ti, cierro los ojos y ahí sigues tú.
¡Maldita sea!
Pareces burlarte en mi recuerdo, en mi inocente ignorancia y en mi ignorancia de niño, aquella ignorancia que forjé en el segundo que te decidí amar.

No soy tonto, ¡lo sabía, lo sabía, lo sabía!
Sabía que desde el primer momento que besara tus dulces labios quedaría loco por ti.
Sabía que me hundiría en este mar de anhelos, de sueños, de tropiezos, de risas, de juramentos…
¡Sabía que perdería mi cordura por ti!
Sin embargo, con una risa de desquiciado me entregué a ti sin saber que desde el principio ya estaba perdido.

¡Estaba loco por desear esto! ¡Loco por la ignorante imprudencia de mi juventud!

Te soñaba, te anhelaba, te sentía, te amaba y decidí convertir mis sueños en una realidad sin saber que sería mi inexperta y joven terquedad la que me encajonaría en este callejón del que no puedo salir, y peor aún… no quiero salir.

¿Ya ves por qué estoy loco?
Porque en el silencio de mis quejas y en las lágrimas de mis pesares escondo que, en secreto, en realidad amo amarte.

Amo pensarte y sonreír, hablar de ti y sonreír, soñar contigo y sonreír.
Te amo a tal punto que mi cordura roza la locura.

No sé si amo más a tu amor o si odio más sus consecuencias y es justo ahí donde empieza mi demencia.

¡Odio pensarte en llanto! ¡Odio apretar los nudillos y golpear el suelo maldiciendo el día en el que te conocí a sabiendas que nunca podrás ser mía! ¡Odio sentirme vacío, estúpido, inservible sin tener tus brazos ahí para reconfortarme!

Pero… a su vez….

Amo la manera en la que mis lágrimas se detienen al pensar en tu risa, amo la manera en la que mi enojo queda reducido a cenizas después de recordar mi insistente promesa de tenerte, amo sentirme poderoso, lleno ¡invencible! Al lado tuyo.
¿Ves lo que provocas?

¡Y ya no sé si tratar de olvidarte con otros amoríos!, o peor aún… llorarte en medio de ellos; al saber que al besar otros labios en realidad estoy besando a una simple roca.
Es absurdo pensar que pueda encontrar en otros labios siquiera la estela del sabor de los labios de un ángel, sin embargo, es tanta mi desesperación que lo sigo intentando.

¡Quisiera no sentir nada! Arrancarme los recuerdos que me atormentan día a día, hora a hora, segundo a segundo, quisiera huir para siempre de esta absurda pasión.
¡Correr!, ¡desaparecerme!, ¡olvidarte!
Pero… justo es justo ahí, cuando mis pies rozan el suelo, a punto de emprender su viaje hacia tu olvido cuando recuerdo que en verdad… mi vida no sería nada sin ti

Mis risas, te las dedico, mis enojos, te los dedico, mis horas, te las dedico.
¡Todo mi ser te lo dedico!
¡Te dedico mi vida, mi tiempo, mis horas porque es simplemente lo más valioso que jamás podré ofrecerte!

¡Princesa! Si quieres mi corazón ¡llévatelo! Al final de cuentas ¡siempre fue tuyo!
¡No sabes cuánto he llorado, rezado y suplicado no amarte nunca más!

Pero… princesa…

Si me quieres a tu lado, si algún día mis rezos por un azar del destino se vuelven realidad… Aquí tienes a un loco que por ti, eternamente, siempre esperará.

Carlos Jair Nara


No hay comentarios:

Publicar un comentario